En la ciudad en la que vivo, una muy pequeña pero tranquila y donde se dice, la gente es perezosa, llegó un día una chef famosa que años atrás conducía un programa de cocina en uno de los canales de televisión más importantes de mi país. Sofía Gaviria Samper se asentó en una casa grandísima del barrio antiguo, la decoró con esmero y llenó su cocina, el espacio más grande de la casa, de utensilios de todo tipo, la mayoría, desconocidos para una chica como yo, que prepara todo en el mismo sartén. Aunque debo admitir que la cocina es una de mis mayores frustraciones: la amo, pero me queda poco tiempo.
Conocí ese espacio entre charlas que nada tenía que ver con hacer un libro. Pero me dispuse en mi mente, me visualicé, para que un día ocurriera. Desde hace años me ilusionaba la idea de diseñar y, sobre todo, ilustrar un libro de cocina. Y con Sofía parecía ser la ocasión perfecta.
La ocasión llegó un año después a través de Juanita (ustedes ya la conocen porque hablo mucho de ella), la editora de Nous. Ambas se conocieron y concretaron hacer un libro juntas, uno de las recetas que aquella mujer había recolectado durante años, y que, además, eran de una cocina que ella misma llama "más compasiva" puesto que ninguna tiene carne.
Quisiera decir que esta historia sucedió tal como la visualicé, pero no fue exactamente así. Las ilustraciones ya estaban listas, incluso antes que la propia edición. La artista Olga Martínez fue la encargada de hacer los deliciosos acrílicos que encabezan los capítulos del libro. Sí, no fui yo quien ilustró dichas piezas evocadoras y coloridas, pero le sugerí a Sofía incluir otras (en negro) para ilustrar algunas recetas y otras como iconografía. Así que mi sueño, se cumplió a la mitad.
El libro debía ser asequible y de fácil lectura. Con esto en mente sugerimos un tamaño y papel adecuado. La diagramación fue todo un reto, puesto que la cantidad de texto difería entre receta y preparación, y como producto de este interesante desafío, resultó una amalgama de páginas con diversidad compositiva, con un ritmo diferente pero elocuente en la que también me encantó apreciar el espacio en blanco (las márgenes amplias y el espacio en blanco siempre han gustado mucho a mi ojo). Las ilustraciones fueron hechas en digital, en tinta negra, muchas de ellas a sangre, otras entre las márgenes del libro. El resultado me gustó tanto que quisiera replicar este mismo estilo en un nuevo libro de cocina.
¿Tienes un libro de cocina que quisieras que los lectores pongan en su mesa de centro?
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